Actualidad


31/01/25

San Camilo de Lelis: Una Conversión que Cambió la Historia

El 2 de febrero de 2025, la Familia Carismática Camiliana celebrará un hito trascendental: el inicio del Año Jubilar Camilliano, conmemorando los 450 años de la conversión de San Camilo de Lelis. Su historia es la de un hombre que, tras una juventud marcada por excesos y sufrimiento, encontró en Dios un propósito mayor. En la “Valle del Infierno”, en San Giovanni Rotondo, su crisis se transformó en entrega, y su vida, en un testimonio de caridad y servicio a los enfermos. Hoy, su legado nos invita a redescubrir el poder del amor que sana y transforma.

Compartirmos en camilos.es la historia que nos comparte el p. Mario Vanti en su libro S. Camilo de Lelis

¡Dios lo es todo!

El primer día de febrero, el guardián, fray Francisco, lo envió al convento de San Giovanni Rotondo, con algunas provisiones para los frailes y el encargo de volver con otras. Partió por la mañana temprano, relajado y casi sereno, a ratos cabalgando, a ratos sujetando el jumento por las bridas. Llegó a San Giovanni por la tarde, acogido por el guardián de aquel convento, fray Ángel, con la cordialidad y la expansión a las que estaba acostumbrado, pero que cada vez le producían un nuevo y más profundo sentimiento de satisfacción. Una vez hecho el encargo, salió al jardín del convento para charlar con el guardián bajo una desnuda pérgola de parras que permanecería grabada para siempre en su memoria. El fraile, captando brevemente la atención de Camilo, a quien ya conocía, comenzó a hablarle de Dios y de la salvación del alma con palabras sencillas y luminosas: "¡Dios lo es todo! ¡Lo demás, todo lo demás, no es nada! Salvar el alma que no muere es el único empeño para quien vive una vida corta y suspendida como la del hombre en la tierra”. Adivinando las tentaciones a las que el joven, ágil y desgarbado, podía verse fácilmente sometido, le amonestó a resistir a los malos pensamientos "escupiendo en la cara del diablo".

Este consejo entró y permaneció vivo y activo en la mente de Camilo hasta su muerte; fue la esencia de todo su sermón, el terreno sólido sobre el que emprendió entonces la lucha por reconstruir su vida. Allí y entonces ocultó su emoción, limitándose a pedir, humillado y convencido: "Padre, ruegue por mí al Señor que me ilumine para saber y hacer lo que debo para su servicio y la salud de mi alma". Era más de lo que había pensado y querido decir.

¡No más mundo!

Se retiró a dormir. A la mañana siguiente, 2 de febrero, fiesta de la Purificación de Nuestra Señora, antes de ponerse de nuevo en camino, escuchó la Santa Misa y tomó el cirio bendecido; saludó, dio las gracias al padre Ángel con pocas palabras, y partió con su jumento cargado a ambos lados con dos odres de vino. A lo largo del camino solitario, que serpenteaba lentamente entre los barrancos del monte Gargáno, se recogió, o más bien se sumergió en los pensamientos que le habían desvelado durante la noche, y que por la mañana temprano, sacudiéndole, lo iluminaban a la par que lo intimidaban. El burro, ahora caminando, ahora jadeando, siguió su camino sin que el arriero, que ya no podía ver ni sentir nada, lo llamara. De pronto, impotente para contener el torrente de sentimientos que el fermento de los pensamientos había hecho levitar, Camilo saltó de la silla, y postrándose en el escarpado sendero, rompió a llorar. En medio de los estremecimientos que lo sacudían, más que escalofríos de fiebre violenta, bajo la acción de un sentimiento de dolor tan agudo que temía 'que su corazón se hiciera añicos y se desmoronara', protestaba y suplicaba en voz alta: '¡Señor, he pecado! ¡Perdona a este gran pecador! ¡Desdichado y miserable de mí, que durante tanto tiempo no te he conocido, Dios mío, ni te he amado! Dame tiempo para hacer penitencia y llorar largamente mis pecados, hasta lavar con mis lágrimas toda mancha de ellos... No más mundo... No más mundo...".

Permaneció largo rato llorando, lamentándose, invocando el perdón de Dios, la ayuda de Dios y de San Miguel Arcángel, patrón del lugar. Se levantó al final con un deseo tan ardiente e impetuoso de empezar una nueva vida, que le hubiera gustado encontrar allí mismo un sayo de capuchino, ponérselo al instante y presentarse ante los frailes, aunque fuese únicamente por fuera, como un hombre completamente distinto del que había sido hasta entonces...

"Querría morir antes que volver a pecar... dejarse cortar en pedazos antes que condescender con cualquier pecado... hacer penitencia..." Así, el 2 de febrero de 1575, Año Santo, Camilo renació a la gracia tal como había nacido al mundo 25 años antes. La amarga experiencia del pecado, unida a la de la enfermedad, la pobreza, el hambre, el frío, la abyección, el abandono, el desprecio, de toda, o casi toda inalcanzable gama del sufrimiento humano moral o físico, le enriqueció con un conocimiento que sería provechoso para sí mismo y para todos aquellos a quienes, impulsado por la caridad de Cristo, lograse alcanzar en su camino doloroso: Camilo sanará sus propias heridas, curando las de sus queridos hermanos. Soli Deo gloria!