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16/11/18

Celebración de la Fiesta de la Virgen de la Salud.

Hoy 16 de noviembre la Iglesia y la Orden celebran la Fiesta de María Salud de los Enfermos, una advocación muy apreciada por estar ligada al carisma del Instituto y a la experiencia espiritual de San Camilo.

La vinculación de María con la salud de los enfermos y, más en general, con el mundo del sufrimiento humano, hunde sus raíces en el mismo Evangelio. Ante cualquier mirada limpia, ella aparece siempre cercana a la vida de cada día y a sus vicisitudes, sensible ante todo sufrimiento, compartiendo los gozos y esperanzas, las alegrías y tristezas de los hombres.

Estas actitudes de vida brotan, a su vez, de su condición privilegiada en la historia de la salvación. Elegida por Dios, acogió su voluntad y hizo suyo su designio de salvación. En ella se encarnó el Hijo de Dios. Asociada a él, en una comunión única e incomparable, participó de su misión salvadora, asumiendo hasta las últimas consecuencias su condición de Madre y de mujer creyente. Sin menoscabo del lugar central que el Evangelio reserva a su Hijo, ella aparece discreta y ejemplarmente en momentos altamente significativos.

Aceptando el plan de Dios sobre ella y declarándose “sierva del Señor” (Lc 1, 38), muestra a todos los creyentes el camino que conduce a la plenitud: dejar que Dios sea Dios en nuestras vidas, aprendiendo de ella una nueva relación sana y filial. Visitando a su prima Isabel, con un gesto cargado de sencillez y en un contexto familiar, nos revela la grandeza de todo encuentro cuando en él nos hacemos vehículo e instrumento del amor de Dios, cuando la vida está entretejida de solidaridad diligente y cotidiana.

En el bello cántico del Magnificat ella representa a toda la humanidad sedienta de salvación; su alabanza es el relato de una mirada que salva y dignifica, un mentís a quienes pretenden salvarse por sí mismos, y propuesta de una nueva relación solidaria y fraterna entre los hombres. En Caná, adelantando con su intervención los signos de su Hijo, manifiesta una de las más bellas características del amor: su capacidad de anticipar el futuro, el cumplimiento de lo esperado. Presente y entera al pie de la Cruz, esperando en oración y sin desfallecer con los discípulos al Espíritu que congrega y da vida a la comunidad del Resucitado, María se convierte, de alguna forma, en presencia invisible pero eficaz en todo sufrimiento humano, en compañera e intercesora en el largo camino de la esperanza, en mujer experta en el arte de vivir y de morir, de gozar y de sufrir.

No es de extrañar que de este manantial haya brotado pronto y sin cesar toda una corriente que se ha expresado de múltiples formas en la historia de la Iglesia. En la liturgia y en la oración de los creyentes, en la literatura y en la poesía, en los incontables santuarios de piedra y en los santuarios del corazón necesitado, María es invocada con numerosos títulos relacionados con nuestra frágil condición humana: Consuelo, auxilio, protección, esperanza, fuerza, bálsamo, fuente de alegría, salud…

La figura de la Virgen María ha estado presente en los momentos centrales de la vida de Camilo y del comienzo del instituto:
  • La Conversión a Dios sucedió en el día que se celebra la Presentación de Jesús en el Templo y la Purificación de la Virgen un 2 de febrero de 1575.
  • El primer pensamiento que tuvo camilo de instituir la compañía se da en torno a la fiesta de la asunción de la virgen María de 1582.
  • Camilo y sus compañeros hacen la profesión solemne el 8 de diciembre de 1591, Fiesta de la Inmaculada Concepción.