Actualidad


04/09/17

"Descubrimos el Hogar como la casa de Jesús: ese Sagrario donde sonreíamos, abrazábamos y nos dejábamos querer por Cristo sediento en silla de ruedas".

El pasado 26 de agosto concluyo la misión internacional en el Hogar San Camilo de Vagues, obra de los religiosos Camilos de la Delegación de Argentina donde 7 jóvenes de la Parroquia Santa Teresa de Tres Cantos han tenido la posibilidad de vivir una experiencia de servicio y entrega con chicos con discapacidad.
María Clara Martínez, una de las participantes, nos comparte su testimonio:
"Del 7 al 26 de agosto un grupo de 9 jóvenes de la parroquia Santa Teresa de Jesús de Tres Cantos (Madrid) vivimos una experiencia del amor de Dios en el Hogar San Camilo de Vagues (Argentina) con chicos con Parálisis Cerebral Grave-Profunda, asistiendo a los trabajadores y trabajadoras en distintas tareas asistenciales: aseo, vestido, alimentación, ocio, movilidad.
En esos veinte días descubrimos el Hogar como la casa de Jesús: ese Sagrario donde sonreíamos, abrazábamos y nos dejábamos querer por Cristo sediento en silla de ruedas. Sentimos a cada paso cómo nos amaban; esperaban nuestra llegada como María y José esperaron al Niño Jesús, como nos espera Jesús en el Sagrario. Entramos en el comedor y nuestros sitios estaban designados por los servilleteros en los que escribieron nuestros nombres. En Madrid llevábamos preparando la aventura desde febrero, pero no podríamos haber imaginado aquella bienvenida que reza: “Damos gracias porque estéis acá con nosotros, y como Dios, os llamamos por vuestro nombre, rezábamos con vuestro nombre, con vuestra vida, aunque no supiésemos nada de ustedes”.
Vivimos el desconcierto de ver que el Hogar “funcionaba” sin nuestra ayuda. El espíritu de San Camilo impregnaba las paredes: “Cuidad de vuestro enfermo como una tierna madre cuida de su único hijo enfermo”. Veníamos pensando que nuestro quehacer consistiría en realizar una serie de tareas concretas; sin embargo, ni éramos imprescindibles ni nos exigían nada. Simplemente nos invitaban a involucrarnos, a mendigar la entrega desde donde estuviésemos cómodos siendo nosotros mismos. No nos juzgaban si íbamos a descansar o a pasear. Chocamos con un Amor incondicional, libre, auténtico, que llama con la mirada porque quiere conocernos, pero no grita que le demos lo que no estemos dispuestos a dar. Un amor que nos toma de la mano, nos lleva hacia la ventana, y nos hace mirar la belleza de un paisaje que vive fuera de nosotros (nuestros miedos, inquietudes, deberes, perfecciones, juicios…), un amor que quiere compartir lo sencillo: un amanecer lleno de sonrisas entre las sábanas y el colchón o un anochecer en el que aprendimos a quedarnos con lo que de verdad importa, lo de dentro, más allá de taras físicas o intelectuales. Fue hermoso experimentar la impotencia y cuestionarnos el por qué de la crudeza de las vidas de los chicos. Ellos mismos colocaron sus dedos en nuestros ojos, como sanó Jesús al ciego, haciéndonos reconocer que estar ciego significa no querer mirar.
Compartimos el don de la Fe con los jóvenes de la parroquia de San Antonio de Padua (San Antonio de Areco) y disfrutamos de la gran familia que es la Iglesia. También pudimos dejar en el regazo de Nuestra Señora de Luján a todas las personas que nos animaron a vivir esta misión, aquellas que colaboraron con nosotros, y aquellas que en un principio nos acompañarían pero que al final no pudieron sumarse. Y nunca olvidaremos el fin de semana en Buenos Aires con la Comunidad de Camilos de Ávalos. Fue un regalo el encuentro que tuvimos con el Cardenal Mario Poli, ya que las palabras que nos dirigió aún susurran en nuestro interior, hablándonos de por qué ardía el corazón cuando estábamos con los chicos: “El Hogar es el ‘santuario’ de la Caridad”. María Clara Martínez