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28/01/16

San Camilo de Lelis, un modelo de Misericordia en este Año Jubilar

El Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización ha preparado la publicación de una serie ocho volúmenes que abordan el tema de la misericordia desde diversos puntos de vista, para ofrecer instrumentos a todos los agentes de pastoral, tanto para la profundización personal como para preparar encuentros, catequesis, e incluso para animar la oración comunitaria.
Entre los instrumentos pastorales para vivir el Jubileo, no podía faltar un texto dedicado a los santos. De manera significativa, ha sido intitulado "Los Santos en la misericordia". Ellos han experimentado, ante todo, la intimidad de la misericordia y, por eso, han sentido la urgencia de experimentar la belleza en su vida de santidad.
En el capítulo V de este volumen, el Pontificio Consejo nos invita a meditar el tema de la misericordia en las figuras de San Juan de Dios, San José Benito Cottolengo y en San Camilo de Lelis, fundador de los Religiosos Camilos, quien continuamente invitaba a sus seguidores a "reconocer el rostro sufriente de Cristo en el enfermo"

San Camilo de Lelis

(Texto tomado del Volumen los "Santos en la misericordia") Que la misericordia nos dé una mirada similar a la de Cristo -que, a su vez, ha encarnado la manera con la cual el Padre ve a "cada hombre"- depende del hecho de que Jesús sea contemplado como el primero, con una intensidad tal que nos lleve a identificarnos con él.
De otro modo, no se podría explicar con certeza la manera de actuar de san Camilo de Lelis, quien no solo pretendía lo mejor para sus enfermos, hasta la conducción de todo el hospital, sino que exigía sobre todo -a sí mismo y a sus colaboradores- "la ternura".
Cada enfermo era recibido personalmente y abrazado por él en la puerta del hospital; después le quitaba sus andrajos, lo vestía con ropa limpia y lo acomodaba en una cama bien hecha. Camilo deseaba que las personas que lo ayudaban, hicieran su tarea "no por merced, sino voluntariamente y por amor a Dios, que sirvieran a los enfermos con la misma ternura con la que las madres atienden a sus propios hijos enfermos". Sus colaboradores lo observaban para aprender: "Cuando él tomaba a un enfermo en brazos para cambiarle las sábanas, lo hacía con tanto afecto y diligencia que parecía asir a la misma persona de Jesucristo".
A veces él les gritaba a sus colaboradores: "¡Más corazón, quiero ver más afecto materno!". O bien: "¡Más alma en las manos! Camilo no temía limpiar con las manos desnudas los rostros de los enfermos devorados por el cáncer, y después los besaba y le explicaba a los presentes que "los pobres enfermos son la pupila y el corazón de Dios y, por eso, todo lo que se hace a los pobrecillos se le hace al mismo Dios".
Que los enfermos fueran para él una prolongación de la humanidad sufriente de Cristo, se lo podía ver, incluso, en ciertas actitudes que asumía a veces, casi sin darse cuenta. Uno de sus biógrafos cuenta lo siguiente: "Una noche lo vieron que estaba arrodillado cerca de un pobre enfermo que tenía un cáncer de boca terrible y hediondo, que no era posible tolerar de tanto hedor. Y con todo eso, Camilo le hablaba estando él muy cerca, "aliento a aliento", y él pronunciaba palabras de mucho afecto, que parecía que se hubiera vuelto loco de amor, llamándolo particularmente: "¿Señor mío, alma mía, que puedo hacer yo por su servicio?", pensando él que fuera el amado por su Señor Jesucristo..."
Otro testigo llegó a decir: "Lo he visto muchas veces llorar por la vehemente conmoción de que en el pobrecito estuviera Cristo, de tal forma que adoraba al enfermo como a la persona del Señor". La expresión puede parecer exagerada, pero no era precisamente exagerada la impresión que Camilo dejaba en los que lo observaban: entre la misericordia realizada con el prójimo necesitado y la ternura por la persona misma de Cristo, él no hacía diferencias, tanto que se obligaba a contar llorando los pecados de su vida pasada a cualquier enfermo, convencido de que hablaba con Jesús. En sus ojos y en su corazón, Jesús no constituía solo un ideal, un valor, una causa o un motivo de acción: era y revestía una presencia adorable y adorada.