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07/07/14

Carta Testamento de San Camilo de Lelis

CARTA TESTAMENTO DE SAN CAMILO

En el nombre de la Santísima Trinidad
y de la Gloriosa Virgen María
y de toda la Corte Celestial
Muy Reverendos Padres y Hermanos en Cristo amadísimos: Me parece que faltaría a mi deber, antes de que se acabe esta vida (pues para mi casi indudablemente dentro de pocos días pasaré a la otra, hallándome muy grave por mis prolongadas enfermedades y de hecho desahuciado por el médico), si no les dijera, con toda sencillez y franqueza, lo que he sentido y siento acerca de nuestro santo instituto; a fin de que todos caminemos con aquella rectitud y fidelidad que Dios quiere de nosotros, para no enterrar el inmenso talento que Nuestro Señor nos ha puesto en las manos y para conseguir la santidad de vida, y, después, la vida eterna, por tan buen medio. Porque (hablando piadosa y sinceramente), casi se puede asegurar que esta fundación ha sido hecha milagrosamente, para gloria de Su Divina Majestad y para el bien de las almas y de los cuerpos de nuestro prójimo; (bien) muy necesario al cristianismo y totalmente acorde al Santo Evangelio y a la doctrina de Cristo Nuestro Señor, quien mucho lo pondera, tanto en la Antigua como en la Nueva Escritura y con el ejemplo de su santísima vida, curando a los enfermos y liberándoles de toda suerte de enfermedad. He dicho que nuestra fundación es casi un milagro patente, en concreto por haberse servido de mí, miserable pecador, ignorante y lleno de múltiples defectos y faltas, y digno de mil infiernos; mas Dios es el dueño y puede hacer lo que le place, y está infinitamente bien hecho. Nadie debe admirarse de que Dios haya obrado por medio de un tal instrumento, siendo asi para su mayor gloria, pues de la nada hace maravillas. Y como el diablo no ha cesado ni cesa ni cesará, para que esta pobre planta, de la que se espera tanta gloria para Dios, sea destruida y aniquilada y maltratada, de una u otra forma, si no lo logra bajo la apariencia de mal, lo intentará bajo apariencia de bien, valiéndose de todos los medios y vías posibles; en concreto, (lo intentará) sirviéndose de algunos miembros de la planta, sugiriéndoles en su mente, bajo forma de bien, que intenten desviar y cambiar nuestro instituto; por eso, cada uno debe alejarse de tal sacrilegio y ofensa a Dios, evitando que la ira del Altísimo caiga sobra él en esta vida y, lo que sería peor, en la otra. Por tanto, exhorto a todos, presentes y futuros, a "non plus sapere quam oportet sapare", y a seguir con santa sencillez lo establecido en nuestra Bula, aprobada para la Santa Sede Apostólica, y a ser todos sus fieles defensoras; feliz quien lo sea, infeliz quien no lo sea. Y aunque, al haber encarecido nuestra específica vocación, está incluido el voto de pobreza, no por ello quiero dejar de decir y recordar a todos, presentes y futuros, que, si deseamos que se mantenga y dure para siempre, como conviene, el servicio fundamental a los pobres enfermos, tanto en el hospital como en la recomendación de las almas, debemos mantener, con todo esmero y espíritu, la pureza de nuestra pobreza, según el modo establecido en nuestras Bulas; ya que nuestro instituto se mantendrá en tanto en cuanto la pobreza sea observada "ad unguem" (fielmente). Os exhorto a todos a ser, pues, fidelísimos defensores de este santo voto de la pobreza, a no consentir de ningún modo, ni siquiera en lo pequeño, que sea alterado ni empañada su limpieza. No os dejéis engañar por el Diablo, bajo el aparente falso pretexto de bien, de no poder vivir solo de las limosnas, porque esto es un engaño patente para arruinar nuestro instituto; puesto que hay tantas Ordenes mendicantes en la Iglesia de Dios, que profesan una pobreza mayor que la nuestra y, sin embargo, Nuestro Señor las provee en todas sus necesidades. ¿Quién puede dudar de que también proveerá a nuestra Orden, siendo así que la nuestra ejerce una obra tan vital, no sólo en los hospitales sino también en la recomendación de las almas? Caridad querida y agradable, no únicamente a Dios sino también al prójimo, el cual mientras tuviera un pan, por decirlo así, lo partirá mitad por mitad con nosotros. No hay que dudar de que nos falte lo necesario, porque, con la gracia del Señor, mientras cumplamos con nuestro deber tendremos incluso para tirar. No quiero dejar de recordar la unión, la paz y la concordia entre padres y hermanos; porque, piadosamente hablando, la gran providencia del Señor, no sin causa ni misterioso designio, ha querido que tengamos este nombre de Ministros de los Enfermos que engloba a todos, los padres y los hermanos; el carisma y ministerio es común. Los padres sacerdotes y los hermanos tenemos que guiarnos, conforme al orden que establece la segunda Bula, en aquello que debemos hacer. Hay que darse cuenta de que otras Ordenes de la Iglesia de Dios no caminan por esta vía, porque su carisma y ministerio no es común como el nuestro. Además, recomiendo asimismo a todos la verdadera y perfecta observancia de los otros votos, y que cada uno se guarde de intentar quitar, bajo cualquier excusa de bien, lo que la Santa Sede Apostólica ha concedido al estado de hermano. Exhorto a todos, presentes y futuros, a caminar por la vía del espíritu y de la ascesis auténticamente religiosa, si queremos mantenernos en la certeza de nuestra salvación; porque nuestro instituto es tal que necesita hombres perfectos para hacer la voluntad de Dios y para llegar a la perfección y a la santidad. Y éstos serán los que no sólo obrarán el bien para ellos mismos, sino los que también proporcionarán edificación a la Santa Iglesia y a todo el mundo; por medio de ellos, se logrará gran progreso y provecho para el mundo. Por el contrario, los sensuales, y de poco espíritu, y de poca ascesis, serán los que arruinarán a la Orden. Declaro que mi voluntad es que, no sólo se funde en las grandes y medianas ciudades, sino incluso en los lugares pequeños, donde puedan sostenerse unos doce de limosnas, para ayuda de aquellas pobres almas que mueren en dichos lugares. Además, quiero que no se tome nunca cuidado de lo espiritual, exclusivamente, sin lo corporal, tal como afirma la segunda Bula. Y si queda algo útil al servicio de Dios, que no se explicita en esta carta, lo encomiendo al Dios Altísimo para que Él inspire en la mente de todos, padres y hermanos, presentes y futuros, todo aquello que es para gloria suya. Respecto a lo que toca al bien de mi alma, que son las oraciones y sacrificios de mis queridos padres y hermanos, sé que no faltarán a la caridad, que no me ayudarán únicamente con los sufragios ordinarios (como mandan las Constituciones cuando fallece uno), sino que espero harán algo más por mí, tanto en oraciones como en Misas, ya que lo necesito más que los otros. Os lo pido por amor de Dios y de la Beata Virgen; ayudadme inmediatamente, cuanto sea posible y sin cesar, al saber mi muerte. Con esto acabo, enviando a todos (en cuanto me es concedido por Dios Nuestro Señor, y de su parte) mil bendiciones; no sólo a los presentes, sino también a los futuros que serán operarios de esta Santa Orden hasta el fin del mundo. Sería mi deseo y voluntad que esta carta se conservase "ad perpetuam rei memoriam" (para recuerdo perpetuo) en el archivo donde se tengan los documentos de la Casa, y cuiden de que no se pierda. Roma, 10 de Julio de 1614. De sus Reverencias y Caridades,
siervo en el Señor

Camillo de Lellis